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Familia

Porque a ella le debo lo que soy y lo que sé.

Se acerca el día de la madre, y aunque yo celebro el tenerte contigo cada día de mi vida, quiero aprovechar para decirte lo mucho que te amo, te admiro y te respeto.

Y es que el vínculo entre tú y yo, es único, es especial. Te conozco desde el momento en que mi papá y tú me concibieron, escuche latir con fuerza tu corazón cada día de esa espera, te escuche reír, te escuche llorar, escuche cada una de las conversaciones que tuviste conmigo antes de siquiera conocerme, sentí todo ese amor que tenías por mí y supe en ese momento que no habría mejor lugar para mi que tus brazos.

Aquel día que nos vimos por primera vez pude ver tus miedos y preocupaciones, pues ahora debía preocuparte por otro ser humano, un ser pequeño y vulnerable, un ser que sería tu fortaleza y tu debilidad, un pequeño humano que estaba listo para cambiar tu vida.

Te vi velar mi sueño, te vi caer rendida después de las noches en vela que te hice pasar, te vi sufrir cuando no sabías que hacer si yo enfermaba, te vi cuando estabas dudando entre si comprar papillas o hacerlas tu misma, te vi mientras decidías cambiar los pañales de tela por los desechables, te vi mientras titubeabas en la toma de tus decisiones pero siempre con la mentalidad de que era lo mejor para mi.

                                          

Vi como entrabamos a las tiendas en busca de una blusa o un vestido para ti, pero salíamos con montones de cosas para mi, vi como después del trabajo y al llegar a casa, nada era más importante para ti que yo.

Vi como festejaste mis primeras palabras y sentí la fuerza y seguridad en tus manos mientras daba mis primeros pasos.

Con el paso del tiempo me enseñaste a ser independiente, a valerme por mi misma, me enseñaste que existen dos palabras mágicas “Por favor y  gracias” y el poder que tienen. Me enseñaste a respetar aquello que es diferente y que no todos pensamos igual, me enseñaste a ser tolerante y a aceptar lo que no está en mis manos cambiar, me enseñaste a decir lo que no me parece, a no quedarme callada pero a saber en que momento es conveniente hablar.

Me enseñaste que las pequeñas que tenemos en la vida son las valiosas, que los detalles hacen la diferencia, que hay que dar gracias por lo bueno y lo mano que nos sucede en la vida, a valorar los instantes y a las personas que nos rodean.

Me mostraste con tu ejemplo, que no importa las veces que tropecemos hay que saber levantarnos, que no es malo equivocarse, que hay que saber admitir cuando hemos fallado y ofrecer disculpas desde el fondo de nuestro corazón.

Me hiciste ver que una madre hace todo por sus hijos, que por ellos y con ellos uno aprende cada día a ser mejor persona y que son los hijos precisamente los mejores maestros, pues como tú me has dicho “Nadie nace sabiendo ser padre”.

¿Y sabes como sé todo esto?

Lo sé porque hoy tengo la dicha de ser madre y como me dijiste “No se es hijo hasta que se es padre” .

Hoy más que nunca esa frase tiene sentido, hoy más que nunca te entiendo, y hoy puedo decirte de nuevo ¡GRACIAS MAMÁ!, pues lo que ayer admiraba y agradecía como hija, hoy lo hago como madre.

¡Mamá te amé desde el primer momento de mi existencia, te amo y te amaré eternamente!