
El mundo ya no es el mismo, ha cambiado drásticamente.
Ayer como mamá tuve miedo. No daba crédito a lo que escuchaba, a lo que leía, mucho menos a lo que veía. Un niño, un adolescente había acabado con la vida de otros para después partir con ellos.
No puedo imaginar el dolor tan grande que enfrentan los familiares, así como tampoco puedo si quiera pensar en lo que orilló a ese pequeño a hacer lo que hizo...
Es fácil empezar a culpar a sus padres, lo digo porque yo lo hice. Los culpé por no estar pendientes de su hijo, por haberlo descuidado, por no ver las señales, por no tratarlo a tiempo, por no darle el amor ni la atención que requería, pero al estar haciéndolo me di cuenta que sólo estaba suponiendo, pues no los conozco.
Cuando tuve la oportunidad de sentarme, de reflexionar, me di cuenta que soy la menos indicada para hacerlo, soy madre y tuve miedo por mis hijos, no sólo por su seguridad sino porque van a crecer.
Como madre estoy al pendiente de ellos, al mayor (hoy de 9 años) lo escucho cuando tiene algo que contarme, le he enseñado a ser empático, le he inculcado valores, le he dado mi amor cada día de su vida, le he marcado limites, le he enseñado a distinguir el bien y el mal, he estado presente. Hasta el día de hoy podría decir que he sido buena mamá, pero él va a crecer, y quizá llegará el momento en que ya no quiera que lo bese al dejarlo en la escuela, que ya no sentirá la confianza o la necesidad de contarme sus cosas, llegará el momento en que sus amigos sean más importantes que yo, lo que ellos opinen o piensen será lo que él tome como referencia. Mi hijo, mi bebé será un adolescente.
A veces pensamos que cuando crezcan ya no nos van a necesitar y los soltamos, pero es cuando en realidad nos necesitan más que nunca, están en busca de identidad, de saber quiénes son, a donde pertenecen.
Sé que mi hijo algún día ya no querrá que le dé un beso cuando lo despida, pero puedo decirle “Te amo, cuídate”.
Sé que quizá un día mi opinión no será la que el busque, pero no dejaré de dársela.
Sé que algún día dirá que tuvo el peor día de su vida, y yo estaré ahí para escucharlo, para abrazarlo y decirle que juntos podremos encontrar una solución.
Sé que un día dirá que me odia por ser tan exigente, por marcarle límites que quizá a algunos de sus conocidos no tiene, pero sé que cuando haya encontrado la paz, me agradecerá, pues eso lo ayudó a encontrarse.
Sé que hoy está en mis manos formar una base sólida para ellos, para mi hijo que está más cerca de esa etapa y para el que va tras de él.
Sé que tengo la responsabilidad de informarme, de aprender, de no dejar de actualizarme y así poder estar cerca de ellos.
Sé que es mi deber estar alerta, ver señales que puedan indicarme cuando algo no va bien, no sólo físicamente sino también en sus emociones.
Sé que, como madre, tengo una responsabilidad enorme con ellos y con la sociedad. Al final estoy formando miembros para una comunidad.
Sé que no sólo la educación académica vale, sino que la más importante es la que damos en casa.
Esos padres que hoy sufren la pérdida de un hijo, hoy se enfrentan a sus propios aciertos y errores, hoy se enfrentan a las preguntas "¿En que fallé? ¿Qué le faltó?", preguntas que ya no tendrán respuesta.
Abraza a tus hijos, cuídalos, ámalos, vive en su presente y no te alejes de ellos en su futuro. Revisa lo que estás haciendo con y por ellos, agradece las enseñanzas de tu pasado para que puedas vivir y cuidar el presente en el que están ellos pues de eso dependerá su futuro.