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Maternidad

Maternidad

Ser una mamá joven, no siempre es fácil.

Poco antes de cumplir 18 años descubrí que estaba embarazada, honestamente aun no me puedo explicar como sucedió, pues mi novio (hoy mi esposo) se cuido y yo lo hice también tomando la pastilla dentro de las siguientes 72 horas.

Comencé a sentirme diferente, con malestares que yo relacionaba con una infección estomacal que había tenido un mes antes, sin embargo algo en el fondo me decía que algo estaba pasando.

No quise hacerme la prueba casera, y opte por acudir al ginecólogo (era la primer visita que hacia), le pedí a mi mejor amiga que me acompañara, lo que hizo sospechar a mi mamá de que algo me estaba sucediendo.

Descubrir mi embarazo fue la experiencia más desagradable gracias a una señora que se hace llamar “doctora”, le pregunté que como era posible si habíamos tomado precauciones, y en lugar de aclarar mi dudas, me respondió de la forma más grosera posible señalando en la pantalla del ultrasonido “¿Ves eso que esta ahí?, es un saco gestacional, si el feto está vivo o no, no lo puedo saber, muchas mujeres vienen aquí queriendo que les diga que están embarazadas y luego llegan niñas como tú deseando que les diga lo contrario”, desconcertada y molesta, me levanté, limpie mi vientre del gel que me pusieron para ver al bebé y sin escuchar más sermones le pague y me fui.

Mi amiga trató de tranquilizarme, cosa que fue muy difícil, pues ahora estaba peor que en un inicio, sabía que estaba embarazada pero no sí mi bebé estaba vivo o muerto. Le llamé a mi novio para contarle y pedirle que fuera (vivíamos en ciudades distintas) pues teníamos que hablar, teníamos que buscar un nuevo doctor que nos ayudará a saber cual era la situación de nuestro bebé para así decirles a nuestros papás (yo era menor de edad en ese momento y si necesitaba un legrado mi mamá tenia que firmar como responsable).

Era un domingo, y encontrar un médico que me ayudará a saber que sucedía iba a ser difícil, sin embargo y gracias a mi amiga, encontré una ginecóloga que al ver la impresión que la otra doctora, si es que se le puede llamar así, me dió,  pudo decirme que estaba embarazada y que mi bebé estaba vivo.

En ese momento sentí un alivio y mi novio y yo comenzamos a platicar y a tomar decisiones que hablaríamos posteriormente con nuestros padres.

Decirle a mi mamá no fue sencillo, no podía verla a los ojos, me sentía avergonzada, había traicionado su confianza, al haberle ocultado cosas de mi vida que quizá por temor no le conté, sin embargo me apoyó y no me dejó sola.

Con mi papá fue otra historia, el a diferencia de mi mamá me preguntó si estaba segura de tenerlo, yo le dije que sí, que sabía que era una responsabilidad muy grande a la que me iba a enfrentar pero que yo quería que así fuera. Para él fue difícil aceptar que su pequeña e hija mujer estuviera pasando por esto, por lo que dejo de visitarme en cuanto mi embarazo empezó a notarse, eso si no dejaba de llamarme y de preguntar como estábamos su nieto y yo.

Estar embarazada a los 18, con mi novio lejos (hablándonos diario y visitándome una vez por mes), en una ciudad pequeña en donde la gente murmuraba al verme pasar, como si nunca hubieran visto a una mujer embarazada, pero siempre en compañía de mi familia y mis mejores amigos (sobran dedos en la mano para contarlos).

Llegó el día de conocer a mi pequeño, a mi Angelito, yo no estaba asegurada por lo que mi hijo nació en un hospital particular, peso 3.700kg y midió 53 cm, un parto natural sin complicaciones, su papá no pudo llegar para acompañarme en el parto pero llego apenas Angel entraba al cunero, mi papá llego a conocer a su nieto y con lagrimas en los ojos me abrazo y aceptó que ahora su pequeña también era mamá.

A los dos meses de nacido nuestro peque nos mudamos de ciudad con mi esposo, y formamos nuestra hermosa familia de tres, para que pasando 6 años, la vida nos diera la dicha de ser padres de nuevo.

Y así a mi 24 años llegó Matías pesando 3.400kg y midiendo 50 cm, atendidos ,esta vez, desde el inicio por un excelente médico, con un parto natural tranquilo y sin problemas.

Hoy tengo 26 años, 2 hijos y un esposo, tengo una familia, que a pesar de ser yo una orgullosa mamá joven, soy una mujer, plena y con ganas de crecer como persona, con la enorme responsabilidad compartida con mi esposo de educar y guiar a mi hijos lo mejor posible y hacer de ellos unas personitas maravillosas.

Ser mamá joven no fue una decisión fácil, pero si una de la que no me arrepiento.

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